Necesario, encontrar nuevas estrategias de protección cerebral para tratar el Parkinson

Los actuales tratamientos sintomáticos para las enfermedades neurodegenerativas, como el mal de Parkinson, sólo contribuyen a paliar los problemas motores y cognitivos, pero no frenan el proceso degenerativo, por lo que es necesario encontrar nuevas estrategias encaminadas a la protección del cerebro.

Así lo consideró en la Facultad de Química de la UNAM el profesor Antonio Cuadrado Pastor, vicedirector del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols y adscrito al Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, España, quien dictó la conferencia ¿Podemos frenar la neurodegeneración? Nuevas estrategias basadas en la defensa antioxidante y antiinflamatoria, organizada por el Departamento de Biología de la FQ, con el apoyo de la Secretaría Académica de Investigación y Posgrado.

Antonio Cuadrado, cuya visita fue posible gracias a la invitación del académico de la FQ José Pedraza Chaverri, expuso los principales logros relacionados con padecimientos crónicos neurodegenerativos, como el Parkinson, los cuales tienen cada vez mayor incidencia mundial entre la población, hasta convertirse en uno de los retos biomédicos del siglo XXI.

El profesor Cuadrado, quien forma parte del Centro de Investigación en Red sobre Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED), resaltó los avances científicos alcanzados por su equipo de trabajo en torno al factor de transcripción Nrf2, como nueva diana terapéutica en la enfermedad de Parkinson, segundo trastorno neurodegenerativo de mayor incidencia en el mundo, cuya prevalencia se incrementa en las personas mayores de 50 años.

Ante estudiantes y académicos, reunidos en el Auditorio A el pasado 6 de septiembre, Antonio Cuadrado explicó que al nacer, los seres humanos tenemos un promedio de 400 mil neuronas dopaminérgicas que participan en el control del movimiento, pero con el paso de los años, muchas de esas neuronas van muriendo y no se reemplazan.

Precisó que por cada década de vida se pierde cerca del 10 por ciento de este tipo neuronal, pero las personas pueden vivir con mecanismos de compensación que no requieren de ningún tipo de tratamiento pues no se trata propiamente de una enfermedad, sino “del envejecimiento normal aún lejano del umbral del trastorno”.

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Entre los 50 y 60 años –agregó– queda cerca de la mitad de las neuronas, pero hay personas en las que se acelera esta pérdida por diferentes motivos, como puede ser el envejecimiento prematuro, algún tipo de intoxicación ambiental o alteraciones congénitas o genéticas.

“Cuando el cerebro tiene menos de 60 mil neuronas, nuestros mecanismos de compensación ya no funcionan y se manifiesta la enfermedad de Parkinson. Es entonces cuando el paciente acude a recibir tratamiento sintomático para este padecimiento, descrito hace poco más de 200 años por James Parkinson como la parálisis agitante, caracterizada por tres problemas motores: temblor, movimientos lentos y rigidez muscular”, detalló.

A las personas con Parkinson se les trata con terapias de reemplazamiento de dopamina, sobre todo basadas en levodopa, pero al no evitarse la neurodegeneración, el daño aumenta con el tiempo. “Poco a poco la levodopa no sólo pierde su eficacia en el control del movimiento, sino que además provoca un incremento de los movimientos involuntarios. Todo esto se podría evitar si dispusiéramos de una terapia eficaz de cerebro-protección que evitara la progresión degenerativa de la enfermedad”, indicó el experto.

En el Parkinson, “el envejecimiento es el principal factor de riesgo, además de otros de tipo genético y ambiental como la exposición a ciertos pesticidas”, sostuvo Cuadrado Pastor, quien añadió que aunque no se conoce el origen de este padecimiento, se cree que el estrés oxidante e inflamatorio son elementos clave en su etiopatogénesis.

En este sentido, dijo que los estudios realizados por su grupo de investigación, revelan que la proteína Nrf2, que regula la expresión de más de 100 genes implicados de destoxificación y defensa antioxidante, podría tener una función importante de cerebro-protección, por lo menos en Parkinson.

Respaldó esta hipótesis con datos que demuestran que la actividad de Nrf2 disminuye con la edad, principal factor de riesgo para la enfermedad de Parkinson, y, por tanto, las personas mayores han perdido al menos parcialmente este mecanismo protector.

Además, comentó evidencias genéticas que sugieren que los individuos con mayor expresión de esta proteína presentan un menor riesgo de padecer esta enfermedad. Por tanto, la intervención farmacológica para activar Nrf2 podría proteger directamente a la neurona del estrés oxidante y además modular la inflamación crónica de bajo grado que caracteriza a esta enfermedad y que probablemente participa en su progresión.

El trabajo de Antonio Cuadrado está centrado en investigar los mecanismos de protección antioxidante activados por señales extracelulares y, por otro, en estudiar cómo esta respuesta podría regularse farmacológicamente para aportar un beneficio terapéutico en estas enfermedades. De cara a estos objetivos, señaló, “estamos estudiando el papel de la vía PI3K/Akt/GSK-3β activada por neurotrofinas y su papel en protección antioxidante”.

Antonio Cuadrado destacó que un hallazgo relevante de sus colaboradores fue observar que esta vía de supervivencia regula al factor de transcripción Nrf2, guardián de la homeostasis redox celular. Utilizando modelos de roedores genéticamente modificados así como aproximaciones farmacológicas, el grupo de Cuadrado Pastor ha observado que es posible restaurar la actividad de Nrf2 en animales viejos y protegerlos frente al daño oxidante, la inflamación crónica de bajo grado, y las alteraciones en la agregación y depósito de proteínas que caracteriza la enfermedad humana.

Adelantó que “estamos en proceso de aplicar los resultados obtenidos en estos modelos animales, a un estudio clínico con enfermos con Parkinson, que viven una tragedia personal y familiar, y suponen además un creciente gasto económico para los sistemas sanitarios”.