Debe México reducir su dependencia de alimentos del exterior y contar con una política agrícola diferenciada
México debe disminuir su dependencia de alimentos del exterior, implementar una política agrícola diferenciada entre los grandes y pequeños productores, y hacer un uso racional y regulado de la Biotecnología, coincidieron los especialistas Salomón Chertorivski Woldenberg, Fabrice Salamanca Ract y Enrique Provencio, al participar en la mesa redonda Crisis Alimentaria: Repercusiones Nacionales, en la Facultad de Química (FQ).
Esta actividad –organizada por la FQ, a través de la Secretaría de Apoyo Académico, y el Comité Estudiantil de Química de Alimentos (CEQAM)– fue moderada por el director de la entidad, Eduardo Bárzana García, el pasado 8 de octubre en el auditorio A de esta entidad.
Ahí, el director General de DICONSA –entidad gubernamental encargada de la distribución nacional de alimentos a bajo costo–, Salomón Chertorivski Woldenberg, explicó que la producción de granos en el orbe en 2007 fue de dos mil 400 millones de toneladas, de ellas, el 90 por ciento se utilizó para consumo de los países donde se cosecharon y el resto se destinó al comercio internacional.
La reciente alza de precios en el ámbito alimentario mundial –de entre 25 y 70 por ciento–, ocurrida a principios de 2008, sostuvo, se debió a causas estructurales y de coyuntura.
Entre las primeras, está el hecho de que países como China e India, con economías en expansión y mayores ingresos entre su población, incrementaron su demanda de comestibles. Asimismo, añadió, tuvo repercusiones el anuncio de que Estados Unidos utilizaría gran cantidad de granos, particularmente maíz, para producir biocombustibles.
Entre las coyunturales, Chertorivski mencionó fenómenos climatológicos como heladas intensas y vastas inundaciones, así como gran especulación global. Ante esta situación, muchas naciones decidieron cerrar sus fronteras al intercambio de productos.
Se dieron todas las condiciones, se alineó todo para “que se empujaran hacia arriba los precios de los alimentos en el mundo”, aseguró.
De esta manera, agregó, en los primeros seis meses de 2008 se presentaron aumentos internacionales en alimentos como maíz, trigo, arroz y leche en polvo, entre otros, que abarcaron del 25 hasta el 70 por ciento. “Con la crisis financiera en Estados Unidos, se está generando una problemática que puede tener mayores consecuencias, aunque no se sabe en qué va a parar”, indicó.
Chertorivski también expuso que estas alzas de precios impactan enormemente a México, al ser dependiente en la materia. Como ejemplo, precisó que se importa el 33 por ciento de las 34.5 millones de toneladas de maíz que se consumen cada año, y casi el 80 por ciento de las 500 mil toneladas de arroz.
Política agrícola
Durante la mesa redonda, a la que acudieron Amelia Farrés y Francisca Iturbe, jefa del Departamento de Alimentos y coordinadora de la carrera de Química de Alimentos, respectivamente, además de varios profesores de la FQ, el presidente Ejecutivo y director General de AgroBio México, Fabrice Salamanca Ract, aclaró que la crisis alimentaria en México se debe, en gran medida, a que se carece de una política agrícola.
En el país, el 85 por ciento de los productores de maíz tiene un perfil de autoconsumo y produce poco, mientras que el resto es tan grande que, incluso, exporta y es competitivo a nivel mundial. Sin embargo, añadió que nadie se ha acercado con los pequeños agricultores para mejorar su semilla, o analizar si hay salidas para sus cosechas. “Debería haber una política de atención diferenciada entre grandes y pequeños productores”, recomendó.
Lo único que se ha hecho, detalló, es que los programas de apoyo “vayan en la misma bolsa y se den recursos lo mismo a productores ricos que a pobres. Eso no está funcionando”.
Ante esta situación, afirmó que los cultivos genéticamente modificados o transgénicos, representan una alternativa para México, pues actualmente 27 naciones, entre ellas grandes generadoras de alimentos como Estados Unidos, Canadá, Argentina y Chile, generan insumos agrícolas biotecnológicos. “La Biotecnología permite una mayor producción en el mismo terreno, pero con una menor mano de obra”, aseveró.
Sin embargo, dijo Salamanca Ract, el país se ha tardado siete años en alcanzar una legislación en materia biotecnológica, tres más en establecer un reglamento y hace una década se prohibió la experimentación in situ. Incluso, advirtió, se han perdido patentes de instituciones públicas. En suma, tampoco hay una política pública biotecnológica y, por ello, a pesar de tener las condiciones para ser una gran nación productora de alimentos, importa y es dependiente del extranjero en esta área.
Disminuir la dependencia alimentaria
Por su parte, el consultor del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Enrique Provencio, expresó que en la actualidad se vive una gran paradoja: existe un auge en las capacidades científico-tecnológicas para mejorar la obtención de alimentos, pero, por otro lado, la situación social que prevalece en gran parte del mundo es de crisis, en algunos casos grave.
Para el especialista, la mayor parte de las crisis alimentarias o las hambrunas que ha vivido el orbe en las últimas décadas, no han sido un problema de producción, sino de acaparamiento, bloqueo de comercio, falta de información o pobreza, pues la gente no tiene recursos para adquirir el sustento.
El punto clave para el futuro de México es “asegurar una menor dependencia alimentaria del exterior, para no tener tantas repercusiones por las fluctuaciones en los mercados foráneos”. En otras épocas se ha tenido mayor capacidad de abasto a partir de políticas de desarrollo rural, planteó el profesor de Políticas Ambientales en el Posgrado de Economía de la UNAM.
“Aunque la Biotecnología y otras nuevas técnicas tengan un alto potencial para mejorar la productividad, la agricultura sigue dependiendo de los servicios de abastecimiento y regulación de los ecosistemas como el reciclaje de nutrientes, la formación de suelo o el abastecimiento de agua, los cuales son los elementos clave para la producción de alimentos”, afirmó Provencio.
Se debe buscar entonces, concluyó, “una producción agrícola más equilibrada, lo que a largo plazo la hace más diversificada y sostenible”.